domingo, noviembre 27, 2005

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Las hierbas que el desechaba

Cuentan que estaba un sabio... hace muchos años, en un país lejano, caminando por una senda y lamentándose por la que él creía infinita pobreza.

Mientras caminaba y se lamentaba, el sabio recogía hierbas silvestres, con las que se alimentaba.

En cierto momento, entre lamento y lamento, el sabio volteó la cabeza y vio que, detrás de él, otro sabio iba, recogiendo las hierbas que él desechaba.


En los barrios latinos, densamente poblados, alrededor de Washington, es posible encontrar a menudo, al lado de los enormes depósitos para basura del vecindario, colchones en muy buen estado, sillas envejecidas pero aún útiles, armarios e inclusive televisores que pueden funcionar en forma precaria.

Los "gringos" suelen armar con esos cachivaches "yard sales", ventas de patio que son pintoresca mezcolanza de verdaderas antigüedades, fruslerías, trastos inservibles y chuchearías de toda índole. Las venden por centavitos, pero las venden.

Lo que sucede es que el espacio para vivienda es siempre escaso para abarcar lo que el consumismo gringo adquiere desaforadamente. Entonces, hay que botar.

Centenares de familias inmigrantes, asiáticas y especialmente latinas, compran esos objetos, o los recogen en los basureros, para utilizarlos provisionalmente, mientras se establecen, ganan dólares y pueden, a su vez, sumarse al ejercito consumista.

En casa tenemos un sillón reclinable que recogimos en el basurero de la vecindad.
Por un cierto resto de conciencia, quienes lo desecharon no lo pusieron dentro, sino al lado de contenedor para basura. Lo vi...y me gustó.

Ahora es, quizás, el mueble que más quiero en casa. Me he encariñado con él.
¡Sirvió tanto, cuando en el apartamento teníamos solamente ese sillón, una pequeña mesa y cuatro sillas!

Quizás no nos deshagamos nunca de el. Aunque mi familia ya lo ha reemplazado con muebles nuevos que finalmente pudimos comprar, con lo que quedó después de los gastos en documentos, transporte, alimentación y tantos otros que nos acosan. Sobre todo los impuestos.

En los apartamentos de reciente construcción, aquí, en Falls Church, Virginia, no existe depósito y ni siquiera garaje. Por eso el sillón tendrá que permanecer con nosotros, para mi agrado.

Porque volverlo a llevar al basurero no. Sería demasiado cruel, hasta para un mueble. Nos desharemos de otras cosas, que seguramente les servirán un poco más a los que vienen detrás de nosotros.

El sillón no. Porque es un símbolo.