domingo, diciembre 04, 2005

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Manicero que se respeta

Estaba leyendo a Richard Sennet en su libro "El respeto". Se nota la erudición del autor, pero no deja de ser difícil diferenciar entre el honor, la dignidad, el prestigio, la admiración, el orgullo, la satisfacción y otros sentimientos que a veces utilizamos como equivalentes para construir nuestra idea de respeto.

Sennett además de buen sociólogo (no se si lego o académico) es músico, chelista, y llegó a ser director de orquesta. Esto viene al caso porque maticé la lectura escuchando 25 versiones de El Manicero, canción popular cubana, de la cual lamento no tener en este momento el autor ni la fecha de composiciópn, pero con seguridad que fué hace más de 70 años.

Es música sencilla, elemental casi. Inconfundible su cadencia 1,2,3... 1,2,3,4, identificable no importa si ejecuta la pieza un trio como el Matamoros o una sofisticada orquesta, como la de Xavier Cugat. Este, por cierto, pone a su coro a cantar el estribillo "tanta miseria por un medio de maní..."

Ignoro a qué miseria se refería Cugat. Quizas a la de el mismo, por tener que ganarse la vida tocando para turistas gringos con deficiencias estéticas.

Escuchaba las 25 versiones de El Manicero en una copia que me llegó de regalo y por eso no puedo precisar informaciones sobre la grabación original.

Pero sí que era diferente la naturalidad con que Rita Montaner - a pesar de su voz cascada por la edad - alentaba a la "caserita" a no acostarse a dormir "sin comer un cucurucho de maní", de la letra en inglés que mascullaba Obdulio Morales, desvirtuando el mensaje original concebido para el castellano y casi intraducible.

Las trompetas de los Lecuona Cuban Boys, el piano y el ritmo amambado de Perez Prado, el saxo salsero de Charlie Palmieri o la flauta también con fuerte sabor a salsa de Pete Terrace, en sus respectivas versiones, alteraban parcialmente la identidad cubana de ese manicero, pero ésta se imponía siempre, de cualquier manera.

Respetable la decisión de Louis Amstrong, quien al no poder cantar el manicero en castellano prefirió seguir la tonada con su familiar balbuceo de babaribi..ribi bu en su voz aspera, tan inolvidable como los sonidos de su trompeta.

Y así pasaron Bola de Nieve, Abelardo Barroso, Noro Morales y los demás.

Y de pronto entendí lo que significa honor, sin necesidad de ir a la guerra; qué es dignidad y que prestigio no es tener un puesto cercano a donde está el rey, que tanto orgullo puede tener un bombero que salva una vida, como un músico que es fiel a la música que ejecuta.

Entendí de un solo golpe a Richard Sennett y lo que quiere él decir cuando habla de respeto.

Todo eso gracias a haber vivido, aunque poco tiempo, en la bella Cuba. Que se respeta, porque conjuga todo lo que aquí les cuento y que me embargó cuando escuché esas 25 versiones de El Manicero.

Un trozo musical que ha sobrevivido y mejorado a lo largo de casi un siglo.

¿Será que alguien recordará a George W. Bush dentro de cien años?

¿Y qué será lo que recuerde?