domingo, diciembre 11, 2005

« Home

Kazajistan, Uzbequistan, Aquiestán

Si el mundo es una aldea global, como lo vaticinaban hace ya décadas, es por lo menos lamentable que muchas personas -algunas con nivel universitario inclusive- tengan tanta confusión con esos nombre de naciones (tardías, pero naciones) alrededor de las cuales gira lo más importante de la geopolítica actual.

John K. Cooley en "Guerras Profanas" (en inglés) explica con lujo de detalles el origen, la transformación y el rol de cada una de esas naciones en la conflictiva globalización, que sigue teniendo como uno de sus principales ejes el petróleo, que es, en últimas, lo que hace tan importante políticamente al Oriente Medio.

Aunque traído de los pelos, me recuerda algo que sucedió en Nueva Orleans (antes del Katrina, por supuesto), cuando realizaba, invitado, un curso en la Universidad de Loyola.

Con toda mi apariencia de latinoamericano llegué a un almacen especializado en calzados, donde un joven, a todas luces anglosajon, me atendió con un chapurreado
- Habla español y tiene lo que necesita
En la vitrina ya anunciaban que se hablaba español, pero mi niño interior se sintió frustrado por haber sido tan fácilmente reconocido y comencé con mi también chapurreado inglés:
- I want some "special" shoes...
Tuvimos un pequeño duelo. El insistiendo en hablar mi idioma y yo el suyo.
Era mucho más joven que yo y aproveché esa desventaja hasta lograr que me preguntara:
- Where from are you?
- Bolivia. Fue mi respuesta inmediata y lacónica.
El muchacho por lo menos sabía que eso está en América del Sur y se dejó vencer por la curiosidad:
- You have oil, right?
Ya era mio. Aunque no era verdad le dije que, evidente, teníamos petróleo y que mi familia tenía algo de "eso" en nuestras tierras.

Mientras su asombro crecía, preguntó qué hacía yo en Nueva Orleans.
Como respuesta mostré mi credencial de la Universidad de Loyola, donde claramente se leía: "journalist".

El, candorosamente, me informó que precisamente estaba trabajando para financiar su estudio universitario, pero no en Loyola (costosísima) sino en Tulane, universidad estatal contigua.

Frase va, frase viene, el seguía con su oficio, mostrándome zapatos cada vez más finos... y caros.

Terminé comprando zapatos italianos de gamuza, que me costaron un ojo de la cara y se manchaban de solo mirarlos fijamente, cuando lo que yo estaba buscando eran zapatos baratos, "de batalla", que me hubieran costado veinte veces menos que los otros y que fue lo primero que me ofrecieron por mi apariencia.
Pero el falso orgullo me venció.

En ese entonces me vanagloriaba de haberle ganado al "gringuito", pero ahora comprendo que fue él quien me ganó.

Aunque realmente no sabía dónde estaba Bolivia.

Como hasta hace poco yo ignoraba dónde estaba Uzbequistan.

lunes, diciembre 05, 2005

« Home

El canario en la mina

En las antiguas minas de carbón mantenían una jaula con canarios a la entrada de los socavones, porque esas aves son muy sensibles al gas toxico que, a veces, los humanos no sienten sino cuando ya estan intoxicados. Eran entonces -los canarios- una señal, un síntoma, una advertencia.

Se nos ocurre esto a propósito de que la proporción de ciudadanos que participan en política en los Estados Unidos merma vertiginosamente.

No se trata solamente de abstenerse de votar en las elecciones, sino de un verificable desgano por todo lo comunitario, inclusive el entrenimiento en grupo, tanto que Robert D. Putman utilizó esta frase para describir el fenómeno -y darle título a su libro-: "Solo en la bolera" (en inglés).

Analiza, Putman, el triunfo electoral de Kennedy, con participación del 62,8 %de los habilitados para votar; lo compara con el de Clinton, del 48% y el más reciente de Bush que apenas pasó del 39%.

Y no es porque no hagan el esfuerzo. El gasto electoral en 1964 fue de 35 millones de dólares. En 1996 fue de más de 700 millones y el del año pasado casi llegó a 1.000 millones. (estos últimos datos no son oficiales, sino inferencias).

Ahí se estan muriendo unos canarios ¿verdad?.

Pero hay muchos otros indicadores: El esoterismo se ha multiplicado en centenares de sectas, creencias y prácticas que ya es dificil seguir por su profusión. Carl Sagan, en "El Mundo y sus Demonios", se ocupó de ello con mucha autoridad y leerlo ayuda a entender y descartar muchos mitos.

Pero si Sagan tuvo éxito relativo desbaratando mitos más o menos esotéricos, Alejandro Jodorowsky también lo tiene armándolos.

Jodorowsky, un chileno-ruso muy interesante y ameno tiene un éxito espectacular con su "La Via del Tarot". Si alguien se interesa en saber cómo llegó a eso puede revisar su autobiografía: "La Danza de la Realidad".

Bien sea que uno crea en tales asuntos, o que sea un escéptico total, lo cierto es que no se los puede ignorar, porque cada día tienen mayor proporción entre lo que ocupa y preocupa a los humanos.

Es la Nueva Era, que no es la misma para unos que para otros, pero que para todos es Nueva.

Y para finalizar: Si George Walker Bush es presidente por decisión de menos del 40% de los que podían votar y de esos apenas logró alguito más de la mitad (es decir lo apoyó apenas el 20% de los potenciales votantes, uno de cada cinco) y Evo Morales logró más del 50% en una población votante que, además, tiene muchas dificultades para llegar a las urnas ¿quien es, democráticamente, más legítimo?

Revisemos los canarios. Parece que hace rato que todos han muerto.

domingo, diciembre 04, 2005

« Home

Manicero que se respeta

Estaba leyendo a Richard Sennet en su libro "El respeto". Se nota la erudición del autor, pero no deja de ser difícil diferenciar entre el honor, la dignidad, el prestigio, la admiración, el orgullo, la satisfacción y otros sentimientos que a veces utilizamos como equivalentes para construir nuestra idea de respeto.

Sennett además de buen sociólogo (no se si lego o académico) es músico, chelista, y llegó a ser director de orquesta. Esto viene al caso porque maticé la lectura escuchando 25 versiones de El Manicero, canción popular cubana, de la cual lamento no tener en este momento el autor ni la fecha de composiciópn, pero con seguridad que fué hace más de 70 años.

Es música sencilla, elemental casi. Inconfundible su cadencia 1,2,3... 1,2,3,4, identificable no importa si ejecuta la pieza un trio como el Matamoros o una sofisticada orquesta, como la de Xavier Cugat. Este, por cierto, pone a su coro a cantar el estribillo "tanta miseria por un medio de maní..."

Ignoro a qué miseria se refería Cugat. Quizas a la de el mismo, por tener que ganarse la vida tocando para turistas gringos con deficiencias estéticas.

Escuchaba las 25 versiones de El Manicero en una copia que me llegó de regalo y por eso no puedo precisar informaciones sobre la grabación original.

Pero sí que era diferente la naturalidad con que Rita Montaner - a pesar de su voz cascada por la edad - alentaba a la "caserita" a no acostarse a dormir "sin comer un cucurucho de maní", de la letra en inglés que mascullaba Obdulio Morales, desvirtuando el mensaje original concebido para el castellano y casi intraducible.

Las trompetas de los Lecuona Cuban Boys, el piano y el ritmo amambado de Perez Prado, el saxo salsero de Charlie Palmieri o la flauta también con fuerte sabor a salsa de Pete Terrace, en sus respectivas versiones, alteraban parcialmente la identidad cubana de ese manicero, pero ésta se imponía siempre, de cualquier manera.

Respetable la decisión de Louis Amstrong, quien al no poder cantar el manicero en castellano prefirió seguir la tonada con su familiar balbuceo de babaribi..ribi bu en su voz aspera, tan inolvidable como los sonidos de su trompeta.

Y así pasaron Bola de Nieve, Abelardo Barroso, Noro Morales y los demás.

Y de pronto entendí lo que significa honor, sin necesidad de ir a la guerra; qué es dignidad y que prestigio no es tener un puesto cercano a donde está el rey, que tanto orgullo puede tener un bombero que salva una vida, como un músico que es fiel a la música que ejecuta.

Entendí de un solo golpe a Richard Sennett y lo que quiere él decir cuando habla de respeto.

Todo eso gracias a haber vivido, aunque poco tiempo, en la bella Cuba. Que se respeta, porque conjuga todo lo que aquí les cuento y que me embargó cuando escuché esas 25 versiones de El Manicero.

Un trozo musical que ha sobrevivido y mejorado a lo largo de casi un siglo.

¿Será que alguien recordará a George W. Bush dentro de cien años?

¿Y qué será lo que recuerde?